El sector petrolero argentino se encuentra en un estado de espera, frenado en su avance. No es por falta de recursos, sino porque la mayoría de los empresarios del rubro adoptó la postura de "esperar y ver". Este clima se evidenció en el reciente Foro de Energía, organizado por la cámara norteamericana AmCham.
Las decisiones de inversión están atadas a un calendario político, con una primera parada clave en las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre. Un destacado empresario de la industria petrolera expresó a LPO: "Si Javier Milei sufre una derrota, esto se desmorona". Este comentario resalta la incertidumbre que rodea al sector, que aguarda el resultado electoral como un punto de inflexión.
Luego, el foco se trasladará a la magnitud de la devaluación que se prevé inevitable tras las elecciones de octubre. Un ejecutivo, que prefirió mantener su anonimato, añadió: "En costos estamos un 20% por encima de Permian (Texas), el yacimiento de shale más competitivo de Estados Unidos. Vaca Muerta es más caro, pero no tanto como se piensa".
La consecuencia inmediata de esta situación es clara: hay menos equipos operando, lo que se traduce en menos contratistas y un menor movimiento en la cuenca neuquina. Los planes de inversión se congelaron, al menos hasta después de octubre, lo que genera un clima de estancamiento.
En paralelo, el sector sigue soñando con el gas natural licuado (GNL) como una de sus principales apuestas exportadoras. Aunque la producción de gas mostró un repunte en julio, en la comparación interanual sigue un 10% por debajo. A pesar de esto, hay tres proyectos en carpeta: el de YPF-ENI, el más ambicioso en términos de capacidad, aunque aún distante del cierre financiero; el de YPF-Shell, que sigue un camino similar; y el de PAE, que, aunque es el de menor presupuesto, avanza de manera más sólida desde el punto de vista técnico, con una inversión prevista de alrededor de 200 millones de dólares anuales. Un empresario involucrado en este último proyecto lo describió como "poner los pies en el agua cuando se busca aprender a nadar".
En público, los empresarios elogian el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI). Sin embargo, en privado, el entusiasmo es más comedido, ya que todos son conscientes de que sin una reducción significativa del riesgo país, que lo lleve a la franja de 400 puntos, no habrá financiamiento viable para inversiones de gran escala. Aun así, el sector energético lideró las colocaciones de deuda de empresas argentinas en el mercado internacional, superando los 13.000 millones de dólares, con intereses promedios del 8% anual.
La situación actual refleja un sector que mira hacia la exportación y el financiamiento externo, con preocupaciones centradas en los resultados de las elecciones, el valor del dólar y el riesgo país. En el ámbito de las empresas eléctricas, la expectativa es más confusa: desean desregulación, pero no de forma abrupta. Un ejecutivo del sector advirtió: "Que liberen tarifas, sí. Que fomenten los contratos entre privados, también. Pero que no lo hagan de golpe, porque el salto puede romper la cadena de pagos".
Un claro ejemplo de las dificultades es la licitación de ALMA, el proyecto de "pilas gigantes" para almacenamiento de energía. Este proyecto tuvo que ser ajustado en tres ocasiones, ya que los privados no lograban llegar a un acuerdo hasta que apareció el respaldo de Cammesa, la empresa estatal que actúa como árbitro en el mercado eléctrico. Sin este apoyo, el riesgo era demasiado alto.
En resumen, el panorama del sector energético se presenta con la mirada puesta en la exportación y el financiamiento externo, enfrentando desafíos como el valor del dólar tras las elecciones, el riesgo país y la búsqueda de financiamiento accesible en Wall Street.